lunes, 9 de noviembre de 2009

OSCURIDAD

La estancia estaba prácticamente vacía. La tenue luz de una vela que se consumía lentamente apenas era capaz de iluminar parte de la misma, pero era suficiente para que las dos personas que la ocupaban se viesen las caras. Ambos se hallaban sentados uno frente al otro, con la tosca mesa de madera en medio, observándose en silencio por unos instantes. El Publicista tenía la derrota pintada en el rostro.
-Estás exagerando –decía el Visitante-. Es todo una mala racha, nada más.
El Publicista bajó la mirada con tristeza.
-Es mucho peor que una mala racha –contestó-. Llevo mucho tiempo en esto… Quizás demasiado. He pasado por épocas buenas y malas, pero nunca me había sentido así.
-¿Así, cómo…? No te entiendo. Lo intento, de verdad, pero no alcanzo a comprender el motivo de tu estado. Soy tu jefe desde hace, ¿cuánto? ¿Veinte años? Y en ese tiempo has tenido ideas brillantes. Ideas que han dado a conocer nuestra empresa en lugares que jamás hubiésemos soñado. Sabes que te hablo con sinceridad cuando te digo que eres, sin ninguna duda, el creativo más brillante que conozco. Pero llevas una temporada irreconocible. Y quiero comprender lo que te ocurre realmente.
-Lo que me ocurre es que estoy seco –zanjó el Publicista-. Me siento como si ya hubiese tenido todas las grandes ideas que puedo tener a lo largo de mi vida… como si ya no quedase nada aquí dentro –se palpó la sien con el índice. Ni siquiera miraba ya al Visitante. Hablaba solo. Y, ciertamente, estaba solo.
-No digas tonterías –se burló el otro.
-¿Lo son? ¿Cuántas ocurrencias realmente geniales puede tener una persona a lo largo de su vida? ¿Diez? ¿Quince? A mí ya no me viene nada. Pienso en un producto, y no consigo marcar la diferencia. Me he convertido en un mediocre.
El Visitante permaneció en silencio, estudiándolo durante unos segundos. La tímida llama de la vela titubeó, dibujando unas extrañas sombras por doquier. Se estaba agotando, y la cera formaba ya un charco sólido en el pequeño plato en que se apoyaba.
-La creatividad no deja de ser una técnica. Y tú has demostrado dominarla.
El Publicista alzó la mirada hacia el infinito, suspirando lentamente.
-La creatividad, en minúsculas, es una técnica. Pero no es posible alcanzar la excelencia simplemente a través de la técnica. Da igual lo que digan personas que ni siquiera conciben la excelencia; es necesario un punto extra. Los antiguos lo llamaban inspiración divina. Muchos grandes artistas de la antigüedad decían que, al concebir y realizar sus mayores obras, no las sentían como suyas. Se sentían simplemente como instrumentos de un ente superior. Y, aunque yo no lo llamaría así, sé a lo que se referían.
-Hablas de tu talento como si fuese algo arbitrario –lo amonestó el Visitante.
El Publicista esbozó una media sonrisa llena de melancolía.
-He pasado horas pensando en ideas sin llegar a nada realmente bueno; y en cambio, otras ciertamente geniales me sobrevinieron sin buscarlas. Es solo que ahora ya no me vienen. La inspiración, divina o no, me ha abandonado.
La llama de la vela crepitó. Apenas una fina lámina de cera sobresalía ya del denso charco. Y estaba a punto de agotarse.
-De acuerdo –concedió el Visitante-. Comprendo cómo te sientes. Pero es posible que todo esto sea algo temporal. Has estado sometido a mucha tensión, y es posible que unos días de descanso hagan que vuelvas a ser el de siempre. No podemos permitirnos perderte ahora.
-No creo que nunca vuelva a ser el de antes. Simplemente, se me han agotado las ideas. Esto no es temporal. Lo sé.
-¿Y qué piensas hacer entonces? –en el tono del Visitante comenzaba a aparecer un matiz de hastío-. ¿Te quedarás aquí, lamentándote eternamente?
El Publicista no contestó. Volvió a suspirar profundamente, agachando la cabeza.
-Esa es la pregunta –dijo, por fin-. ¿Qué le pasa a un creativo, cuando se le acaba la creatividad? ¿Cuando se le agotan las ideas?
La pregunta quedó colgando en el aire, sin respuesta; y el silencio reinó en la estancia. La vela terminó por agotarse, y la llama se extinguió con un olor acre.
Y entonces, solo hubo oscuridad.

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