domingo, 10 de enero de 2010

De mayor el nene no quiere ser publicitario

La vida, acostumbrada a darte sorpresas, deja caer, en múltiples ocasiones a lo largo de su existencia, datos que uno retendrá por siempre en su retina. Si se es capaz de recordarlos y procesarlos, es altamente probable que los cimientos sobre los que se sustentan los valores tiemblen. A veces, se desploman, abriendo un nuevo horizonte ante los ojos del sujeto.

Y eso es, más o menos, lo que me ha pasado a mí. Si bien existen trapos sucios en todos y cada uno de los ámbitos en los que quienquiera puede aspirar a trabajar, del mundo de la publicidad es del que emanan las peores pestes. Por no nombrar el periodismo. Muchos de nosotros nos jactamos de estar inmunizados ante los efectos de la publicidad. Lo que no sabemos es que la publicidad no pretende engañarnos. Eso era antes. Ahora se conforma con hacernos pensar que nos quiere engañar de manera que nosotros pensemos que ya no puede engañarnos y que le hemos ganado la partida. Y, mientras tanto, mientras nos entretiene con bombardeos publicitarios, ella juega su propia partida, alejada de los ojos mundanos. Un ejemplo claro de ello es la inclusión de miembros de distintas casas reales en los gabinetes ejecutivos de empresas de publicidad y RRPP. Como es el caso de nuestro querido príncipe. De esta manera, aumenta su área de influencia considerablemente y se les son adjudicados infinidad de trabajos, lo cual supone mucho dinero. Todo esto va de dinero. De hacer dinero. Sin importar lo demás. Y el nene no quiere ganar dinero tan manchado y con un olor tan desagradable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario